jueves, 22 de noviembre de 2007

NÚCLEO PROBLEMICO CINCO

¿COMO POSIBILITAR EL USO SIGNIFICATIVO DE LOS MEDIOS MASIVOS DE COMUNICACIÓN EN EL AULA DE CLASE?

PREGUNTAS GENERADORAS

1¿Cómo articular significativamente los medios masivos de comunicación con la educación?

TR)En los últimos treinta años, bajo el imperio audiovisual, la literatura, que había cubierto zonas inmensas de la expresión , o bien, como mas arriba se ha comentado, se recluye en los valores autónomos de la palabra, es decir, se ve reducida a su peculiaridad, la palabra misma, las funciones informativas, criticas, ideológicas, de relato, de entretenimiento, son recogidas, entonces, por otros géneros extraliterarios, o bien se abre a los medios de comunicación, prensa,cine,radio y televisión, lo que no conlleva necesariamente una profanación esencial del cáliz del arte literario.

Desde fines de los cincuenta sostuvo José Maria Valverde en se seminario de estética que el periodismo era la propuesta literaria mas propia de nuestro tiempo, y al final de su vida llego a afirmar que había que buscar la literatura española contemporánea entre los columnistas de los mejores diarios.

Si un editorial lo hace un señor que sabe escribir será mas eficaz que si lo escribe un señor que no sabe por ejemplo, un político que tiene muy claro lo que quiere decir pero que no sabe llegar. O quizá es demasiado frontal, demasiado directo, demasiado claro, no tiene capacidad subliminal de penetración. Esta claro que hacer un editorial en periodismo es hacer literatura, y luego hay una literatura específicamente periodista, por que no todos los escritores son capaces de escribir en periódicos..

Saber llegar y entablar un dialogo con los lectores en lo que se propone umbral como periodista informativo de creación que, en la estela de larra, cuando habla de política como columnista la humaniza, le otorga una categoría literaria ausente.

REFLEXIÓN

¿Cómo potenciar la enseñabilidad de la literatura en tiempos de la tecnología?

Las visiones de todo artista relevante adoptan las formas que corresponden a la época. La literatura es una cuestión de estilo y una cuestión social, un reflejo de la visión del mundo del autor. Además, la literatura es un sistema de interrelaciones: el inaprensible canon literario, tan traído y llevado últimamente, se conforma en el devenir histórico; grandes mareas, corrientes o paradigmas configuran el modelo de los escritores que comparten una misma “cultura”. Opina con acierto el escritor Jorge Edwards que todo Estudio de la literatura es un estudio de literatura comparada, ya que cada vez que hablamos de literatura se compara: comparamos las obras del propio escritor, sus obras con las de autores que le precedieron, con las de sus coetáneos, con otros géneros y soportes que le influyeron... E imperceptiblemente desembocamos en el periodismo, que permea la creación literaria moderna, y en los medios de comunicación. El papel que el conocimiento y la familiaridad con los clásicos y la imitatio como forma básica de concebir esta disciplina desempeñaron hace tiempo, se ha reemplazado, una vez superado el acercamiento romántico-historicista al hecho literario en sus vertientes más acendradas, por el descubrimiento de otras lenguas y literaturas. Los propios alumnos, además de ser conscientes del hibridismo de los géneros y de descubrir motu propio textos literarios en un principio solo destinados a un soporte audiovisual, y a la inversa, comprenden la literatura hoy día como una constelación global que teje haces de relaciones en distintos niveles. Ahora bien, en el estudio sincrónico de la literatura debe estar siempre presente la perspectiva diacrónica o, mejor, histórica. Sin los datos que sólo puede proporcionar la historia la crítica se convierte en mero ejercicio especulativo y carece de función. El sustrato histórico-literario debe, pues, fecundar cualquier metodología inmanentita, trascendente o integradora (de acuerdo con la terminología empleada por Garrido Gallardo), cualquier estudio del funcionamiento interno de un texto, cualquier aproximación sociológica y cualquier interpretación semiótica. De ahí que el comparatismo como metodología deba recurrir, además de al método de la comparación, a otros métodos, al filológico y al histórico (el historiador de la literatura, empleando el metalenguaje científico proporcionado por la Teoría y Crítica literarias y una metodología de investigación propia, estudia la autoría, génesis, evolución, transmisión, clasificación, descripción, análisis y recepción de las obras literarias).

Ningún método único agota todas las posibilidades de enfoque de un texto literario y necesariamente se adopta una perspectiva interdisciplinario. A fin de estudiar las relaciones entre periodismo y literatura, A. Chillón plantea la necesidad de crear una nueva disciplina que denomina comparatismo periodístico-literario, punto sobre el que nos extenderemos más adelante.

Ahora bien, es necesario comenzar por el principio, partir de las distintas acepciones del término “literatura” de acuerdo con el DRAE, que propician y engarzan una serie de reflexiones en torno a la creatividad literaria. De ahí que, al abordar el concepto conocido como literatura, haya que diferenciar el sentido originario de la palabra de otra serie de acepciones que a lo largo de la historia ha ido adquiriendo el término. El rastreo de lo primero es materia que concierne a la Teoría de la Literatura, puesto que en la primera acepción del DRAE se entiende por literatura (del latín litteratura) el “arte que emplea como instrumento la palabra. Comprende no sólo las producciones poéticas, sino también las obras en que caben elementos estéticos, como las oratorias, históricas y didácticas”.

El estudio de esa disciplina origina, a su vez, la segunda acepción: “Teoría de las composiciones literarias”, en tanto que por metonimia del todo por la parte aparece la tercera: “Conjunto de las producciones literarias de una nación, de una época o de un género. La LITERATURA griega, la LITERATURA del siglo XVI”.

La acepción cuarta, extensión de la anterior, resulta anfibológica, puesto que su interpretación colisiona con la acepción primera de la palabra. Independientemente de la existencia o no de “elementos estéticos”, se considera literatura el “conjunto de obras que versan sobre un arte o ciencia. LITERATURA médica. LITERATURA jurídica”.

La acepción quinta y última surge por sinécdoque y se refiere a la docencia de este arte, que se puede adquirir y transmitir: “Suma de conocimientos adquiridos con el estudio de las producciones literarias; y en sentido lato instrucción general en este o en cualquier otro de los distintos ramos del saber humano”.

El sentido genérico de las dos últimas acepciones da lugar a que se entienda asimismo por literatura, en una variante de la quinta acepción, la “Información escrita sobre un tema específico”: no hay literatura para el manejo de la máquina (Diccionario ideológico de la lengua española). De ahí que, de forma despectiva, en el discurso hablado o escrito, se emplee finalmente el término para aludir al exceso de palabras sin contenido esencial: “No dice nada de interés, todo es literatura”. El desprestigio de la literatura proviene, pues, de la desemantización de un término que, a fuerza de uso, ha perdido toda credibilidad.

Pero volvamos al principio, a esa primera acepción en un sentido restringido que como investigadores y docentes nos importa, y hagámoslo sin darle la espalda a la realidad de las aulas, teniendo en cuenta la acepción quinta, puesto que “el crítico no es más que un hombre que sabe leer y que enseña a leer a los demás”, que decía ingenuamente Saint-Beuve en expresión recogida por Thibaudet en su Historia de la Literatura Francesa (por el contrario, Oscar Wilde comentó al respecto que lo que merece la pena no puede enseñarse).

El género más destacado de la primera mitad del siglo XX es la novela, que en torno a los años de la primera guerra mundial (Proust, Joyce, Kafka, Woolf) inicia una senda experimentalista -el monólogo interior, el espacio y el tiempo liberados de la cronología, la crisis del argumento y del personaje como ente cerrado- que provocará la desconexión del público lector. A partir de los años cincuenta el cine y la televisión desempeñarán muchas de las funciones de la novela tradicional, que se recluirá en los valores autónomos de la palabra y de la narración o se abrirá a los medios de comunicación (así, la non-fiction novel de Capote y Mailer o las conexiones entre periodismo y literatura en García Márquez y Vargas Llosa). La poesía llega a las posibilidades más extremas del simbolismo (Valéry, Pound, Eliot, Rilke, J. R. Jiménez), que desembocan en los movimientos de vanguardia (surrealismo, ultraísmo). Por lo que respecta al teatro, también muy afectado por la experimentación, después de un doble intento antagónico de resucitar a Shakespeare desde dos puntos de vista opuestos (Brecht y Claudel), en la segunda posguerra el teatro del absurdo conduce a la performance, con una creciente valoración, al margen de la literatura, del teatro como fiesta o rito.

En los últimos treinta años, bajo el imperio audiovisual, la literatura, que había cubierto zonas inmensas de la expresión, o bien, como más arriba se ha comentado, se recluye en los valores autónomos de la palabra, es decir, se ve reducida a su peculiaridad, la palabra misma (las funciones informativas, críticas, ideológicas, de relato, de entretenimiento, son recogidas, entonces, por otros géneros extraliterarios), o bien se abre a los medios de comunicación -prensa, cine, radio y televisión-, lo que no conlleva necesariamente una “profanación esencial del cáliz de tu arte literario”, en opinión de Truman Capote, que a buen seguro suscribiría las siguientes palabras de Francisco Umbral, que, como él, reivindica el placer del texto:

La “premeditación” se queda para las novelas policíacas, y no es mi género, aparte de que no creo en los géneros: ¿novela, memorias, diario íntimo? Me da igual. Lo que importa, con Barthes, es “el placer del texto”. Ahí estoy yo.5

En la misma línea, desde fines de los cincuenta sostuvo José María Valverde en su Seminario de Estética que el periodismo era la propuesta literaria más propia de nuestro tiempo, y al final de su vida llegó a afirmar que había que buscar la literatura española contemporánea entre los columnistas de los mejores diarios. Desembocamos, pues, al final de este breve paseo literario, nuevamente en el binomio literatura y medios de comunicación social.

Disculpar las erratas como producto del medio periodístico, continúa diciendo Umbral, es una excusa fácil y, “en cuanto se ensaya un lenguaje nuevo, una forma nueva de comunicación verbal, se está haciendo inevitablemente literatura”. El periodismo (de creación, añadimos) es, a su juicio, un género literario y la clave está en cómo se cuentan las cosas:

Por ultimo si un editorial lo hace un señor que sabe escribir será más eficaz que si lo escribe un señor que no sabe -por ejemplo, un político que tiene muy claro lo que quiere decir pero que no sabe llegar.

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